Moscas varias.

Tener la mosca detrás de la oreja. No se oye ni una mosca. Pareces una mosquita muerta. No hay más que moscardones. Estar mosqueado. A perro que no conozcas nunca le espantes las moscas. Haceos miel y os comerán las moscas. Una sola araña, cien moscas apaña. En boca cerrada no entran moscas. Por si las moscas... El águila no caza moscas. Caer como moscas. Debes perder una mosca para pescar una trucha. La más pequeña mosca irrita al león más terrible. Y la más oída y conocida:

Ser una mosca cojonera.



"Porque todos hemos sido alguna clase de mosca."

22 noviembre 2010

CADAVER EXQUISITO: Lo que iba a ser una historia de viajes y se convirtió en algo más peculiar... crado por todos los moscardones y moscardonas de Metodos de Creatividad


Era una noche un tanto fantasmagórica. Todo daba miedo. Y el perro no paraba de temblar. Las raquíticas ramas de los árboles se quebraban con facilidad. Mientras, una densa niebla se formaba en torno a mi. El frío entumecía mis músculos y mis ideas. Y entonces vi la cara de un león. Pero lo que importaba no era el destino, sino el camino recorrido. Por lo pronto, encontrar un lugar donde alojarme era una broma. Las avenidas se ramificaban ausentes. Mientras yo caminaba y pensaba en lo que me habían dicho antes: El pájaro es la clave... Si lo pierdes de vista, no habrá nadie que te guíe. Por esto perdí a mi mejor amigo en la guerra. Así que fui corriendo hacía la gente, y de repente vi algo que me dejó perplejo. Un hombre hacía el pino rodeado de palomas. Estas le rodean piando y organizando tal escándalo para arrancarle los ojos. Pero el sabía que no lo lograrían, ya que tenía los ojos de cristal. Así que le robó el sharingan. Porque era algo muy típico de su familia. Mi familia es de una época muy antigua. Me la traje en uno de mis viajes al pasado. Estaba asustado, era la primera vez que viajaba a aquella época, pero iba acompañado de ella, así que estaba tranquilo. Un extraño sentimiento se apoderó de su ser. Y no sabía por qué, pero se encaminó a la estación con las manos vacías y sin rumbo fijo, solo viajar. Metió sus lápices de colores y sus acuarelas en la maleta, y empezó a caminar. No pesaba mucho, pero le costaba tirar de la maleta como si llevara piedras dentro. Pese a todo, decidí que ya no importaba: Podría soportar lo que me echaran, porque me sentía feliz; estaba a su lado, con su sonrisa, su voz tan calurosa... lo quería y no importaba nada. Y fue en ese apogeo sentimental momentáneo que estaba sintiendo cuando afrontó la verdad que no quería creer. Ahora ya creía en todo, y entonces si que pude soportar todo lo que me echaran por siempre jamás.

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